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Seguiremos Tomando Edificios, Si No Nos Escuchan Los Vamos A Quemar: Feministas

“La independencia ya comenzó, y la estamos haciendo las mamás de México”

STAFF/Enviada-Eliza Flores/@michangoonga

Las mamás que están dentro de la Okupa “Refugio Ni Una Menos”, antigua sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en la Ciudad de México (CDMX) quieren ser escuchadas, que todos sepan que las mueve el dolor, el hartazgo a la injusticia.

A gritos dicen “¡Estamos hasta la madre!”, esto por la falta de atención de las autoridades frente a los casos de desaparecidos, violencia doméstica y feminicidios, más todos los delitos que vulneran los Derechos fundamentales de todas las mexicanas.

“Si quieren tomar una Sede de la Comisión de los Derechos Humanos en otro estado, consulten con su asesora Yesenia Zamudio”, dijo Yesenia mientras sacaba despensas para entregar a las mujeres que estaban afuera del antiguo edificio de la CNDH.

La señora Zamudio el día de hoy arregla un cuarto para recibir a unas mamás buscadoras de desaparecidos que viajarán a la Okupa desde Coahuila, dice que ellas son “las chingonas” y que desafortunadamente son las mejores porque el lugar donde viven es “la mera mata de los desaparecidos”.

“Estamos aquí, casual, quemando al mundo”, contesta Yesenia cuando le preguntan si está ocupada, mientras revisa su celular y comenta que todos los días le llegan cientos de mensajes pidiendo ayuda, no se le ve cansada, pero si adolorida de los golpes recibidos en las marchas.

La asociación “Ni Una Menos” está haciendo un registro nacional de colectivos que luchan por los Derechos Humanos, entre ellos están mujeres que buscan a sus hijos, madres a las que les han asesinado a sus hijas, mujeres en búsquedas de derechos para todas las mujeres del país.

“Colectivas de todo lo que no te puedes imaginar, pero somos las mamás las que estamos luchando, organizadas, esta es la nueva independencia de México y nosotras la estamos organizando”, son algunas de las palabras que Yesenia compartió desde su intimidad, en una oficina en un rincón del edificio que irrumpieron, como diaria ella, “un chingo de madres que ya estamos hasta la chingada”.

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