Journal Rebel… Ingrid Y Las Otras Ocho
Hay días en los que se siente cínica la misma existencia, como si estar respirando...como si haber llegado a este día en una pieza sea un logro.
By: Itzia Ramos
Hay días en los que se siente cínica la misma existencia,
como si estar respirando
como si haber llegado a este día en una pieza
sea un logro.
Y no puedo dejar de pensar
que estar viva es un privilegio
porque cada día la noche nos quita a 9
nos deja sus camas vacías
sus nombres en carteles de «Se busca»,
yo no hice nada para ganarme esto
es pura suerte.
Me veo en los carteles de las que no aparecen,
les susurro «tenemos la misma edad»
y siento el peso en mi estómago
cuando pienso que tal vez
jamás vuelvan a casa.
Pienso en las anécdotas masculinas que he oído
estaban tan borrachos que despertaron en la calle
pero despertaron,
y me pregunto si alguna vez ellos
tuvieron el mismo miedo que yo tengo
cuando debo cruzar una calle sola,
si también le avisan a su madre cada paso que dan,
me pregunto si se han sentido inseguros
en la escuela, en su casa
en el trabajo
a las 12 de la tarde,
en donde se supone que estás a salvo.
Recuerdo sus suspiros,
sus «cuídense» y «no salgan solas»,
«hay gente mala en este mundo
y eso no vamos a cambiarlo»
así que la solución es no salir
no hablar, no gritar,
imagínate haber visto a una mujer desollada
e indignarte más porque tu hija
tu amiga
tu hermana
es feminista,
llamarle histérica
mientras lees el periódico
con el cuerpo de Ingrid en la primera plana.
Hay días en que se siente cínica la misma existencia,
porque tengo que pretender que tantos hombres a mi alrededor
no son cómplices de este sistema.
Que sus chistes machistas,
sus piropos,
sus celos hacia sus parejas
y su afán de controlarlas,
están bien.
Porque ninguna de mis conocidas ha terminado en el drenaje,
hace que no existan otras violencias
dignas de reclamar.
Y así nos hundimos en el silencio del día a día,
la negación como su única forma de esperanza
convencidos de que si su novia no lleva minifalda está segura,
porque no les cuestiona en nada su masculinidad.
Veo a mi amiga llorar contando cómo fue acosada,
y lo último que dice
antes de perder la palabra entre desesperación
es
«no puedo evitar sentir que fue mi culpa».
y a veces,
yo tampoco puedo.