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JournalRebel…No fueron los videojuegos.

Hace algunos días un niño (no un adolescente, ¡un niño!) de 11 años de Torreón les dijo a sus compañeros de clase "hoy es el día".

 By: Itzia Ramos

ITZIA

(por lo menos, no te puedes lavar las manos con ellos). 

Hace algunos días un niño (no un adolescente, ¡un niño!) de 11 años de Torreón les dijo a sus compañeros de clase «hoy es el día». Pidió ir al baño, tardando demasiado. Cuando su maestra se preocupó y fue a buscarlo, salió con un pantalón negro, una camisa con el eslogan de un videojuego y dos armas. Fue en ese pasillo donde disparó, mató a su maestra, a otro compañero, hirió a 5 personas más y se suicidó. 

Mi primer pensamiento fue cómo lo manejarían los medios y las autoridades. Al fin y al cabo, se supone que estas cosas no nos pasan a nosotros, no somos Estados Unidos. No tenemos una cultura tan violenta como la suya, no. Pero los minutos pasaban, la información salía y era obvio que se irían a la segura.

«Fue el videojuego que quiso recrear», «estaba trastornado», etcétera, etcétera. Y se resuelve fácil, operativo Mochila Segura (mejor aún, ¡mochilas transparentes!), unos detectores de metal y unas pláticas, zaz, sigan con sus vidas. 

He hablado mucho sobre tiroteos escolares en este espacio. En los tantos casos de Estados Unidos (casi 290), suelo hacer énfasis en que el problema es una combinación entre la poca regulación en la venta de armas y una cultura intrínsecamente llena de violencia. La salida fácil, y la que optan tomar «los adultos a cargo», es culpar a algo como los videojuegos, la familia del niño o que nadie quería ser su amigo en la escuela. Probablemente todas estas cosas pudieron haber influido, pero no son el verdadero problema. 

Me explico de otra manera. Estos no son casos de un programa policíaco de la tele: no tienen un sólo motivo que se resuelve sencillo. Y si seguimos culpando a la gota que derrama el vaso, nunca encontraremos a las otras mil que la empujaron. Nada cambiará. 

Cuando estudiaba la secundaria, tuvimos que hacer una campaña que promoviera algo positivo a niños de primaria. Mi equipo decidió hablar sobre el buen manejo de las emociones. Llegábamos al tema de la tristeza y el enojo y encontrábamos (especialmente en los varones) que no tenían ni idea de cómo convivir con ellas. Vimos casos donde sus papás los castigaban si lloraban porque «los hombres no lloran», les decían que mostrar esas emociones era signo de debilidad, los niños recurrían a gritar y tirar cosas (insultar a otras personas, incluso) al frustrarse. El chico que disparó podría haber sido cualquiera de ellos; la diferencia es que él tenía armas. 

Culpa a lo que quieras, toma las medidas de seguridad que desees, da lo mismo. Si seguimos criando niños que ven a la violencia como la única manera de resolver conflictos, en un país donde ser narco es una profesión soñada, en un mundo que se bombardea entre sí a la primera oportunidad: ¿qué puedes esperar? 

La violencia no es la respuesta, y no basta con decírselo a los niños hasta que se lo graben de memoria. También hay que mostrárselos.

Itzia Ramos, estudiante de preparatoria. Ferviente defensora de la libertad y de los tacos al pastor con piña. Escribe poesía en su tiempo libre.

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