Ciudadanos Emergentes. ¿Nuestros Políticos Están Locos?
Millones de ciudadanos en todo el mundo no entienden la deriva de la política ni el comportamiento de los políticos. Se sienten confundidos ante la falta de bondad, lucidez y espíritu de servicio de los políticos y sienten rechazo ante su arrogancia y ansia de privilegios y ventajas. Les gustaría que los líderes lucharan por el bien común y por una sociedad mejor, no por su propio poder y sus privilegios.
By: Lic. Arturo Ismael Ibarra
Piensan que tal vez la política es así y que los políticos tienden a ser malvados. Sin embargo, la verdad es que muchas veces estamos gobernados por locos peligrosos. Los psicópatas han tomado el poder y hay cientos de estudios y análisis científicos que lo demuestran.
Desgraciadamente muchos de los que hoy nos gobiernan son peligrosos enfermos mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al pueblo le resulta inexplicable, incluyendo la corrupción, la injusticia, las mentiras, los fracasos, los privilegios de los políticos, la arrogancia, los abusos y las numerosas medidas contra el ciudadano.
¿Por qué ese comportamiento extraño e insensible de los políticos ante el sufrimiento que ellos mismos provocan o que no saben mitigar? La respuesta es que muchos de los políticos que hoy gobiernan son auténticos enfermos mentales, necesitados urgentemente de tratamiento psiquiátrico intenso.
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace perder la noción de la realidad.
Pero a otros los convierte en verdaderos y peligrosos enfermos mentales, incapacitados, para tomar decisiones y gobernar. Cuando acceden al poder se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles.
Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas.
El síndrome, en los dirigentes que gobiernan las democracias, al no poder comportarse como dictadores crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables.
Su alienación es de tal envergadura que cometen un error tras otro, porque la capacidad de análisis no les funciona y sus decisiones y medidas son producto del desequilibrio, la soberbia y la confusión extrema.
Es evidente que un político que no tiene remordimientos a pesar de los estragos que causa, sin conciencia alguna de culpa y sin arrepentirse de nada, a pesar del sufrimiento y del rechazo de sus conciudadanos, sin que su conciencia se conmueva ante los millones de desempleados, pobres y gente infeliz que ha generado su gobierno, ha debido perder la razón y estar gravemente enfermo.
Los enfermos que padecen el «Síndrome de la Arrogancia» no están capacitados para gobernar y ponen en grave riesgo a los países que controlan.
Los síntomas de la enfermedad mental son claros en muchos de nuestros dirigentes políticos, que no sólo no sufren ni sienten dolor ante los dalos y desgracias que causan, sino que se sienten poco menos que héroes y sacan pecho en televisión, vanagloriándose de falsedades inexistentes, recurriendo una y otra vez al engaño como eje central de su estrategia de gobierno.
Aventajados de padecer la locura del poder, esa que te convierte en imbécil sin que te des cuenta, la que te impide ver el daño que causas y a vivir en la alienación, rodeado de palmeros y pelotas, ajeno a los dramas de un ciudadano que debería ser el soberano del sistema democrático y es tratado como basura.
¿Están locos nuestros políticos o carecen de principios? Probablemente las dos cosas, a juzgar por el aquelarre de insensateces y majaderías que ofrecen al ciudadano.
Si esos políticos enfermos estuvieran en su sano juicio, dimitirían inmediatamente, ante la evidente incapacidad psicológica para gobernar a un pueblo de hombres y mujeres libres.
Ante lo que revelan las encuestas, que plasman con claridad el rechazo ciudadano a los políticos y sus partidos, así como el creciente desprestigio de la misma democracia, deberían asumir (pero la enfermedad se lo impide) que, en democracia, el rechazo del pueblo equivale a des legitimidad y que por sus errores y fracasos, la profesión de político es la más desprestigiada.
Arturo Ismael Ibarra Dávalos. Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Catedrático de la misma. Preside la asociación civil Bien Común Michoacán y la sociedad civil Por la Mejora en el Ámbito del Trabajo (Laborissmo). Es Secretario General del Foro Política y Sociedad.
Correo electrónico de contacto arturoismaelibarradavalos@hotmail.com
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