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JournalRebel… Independencia

El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Tal vez por eso volvemos a los mismos caminos con diferentes nombres: llámale conquistadores, monarquías, dictaduras o tranza del poder, al final de cuentas quienes acabamos jodidos somos los descendientes de quienes dieron su vida para que no volviera a suceder. La única diferencia es que ya no lo resentimos: lo hemos aceptado y hasta lo celebramos.

By: Itzia Ramos

ITZIA

1811, pueblo de Dolores. Miguel Hidalgo toca la campana, pidiendo que las personas que lo escuchan se unan a la lucha, para liberarse del yugo español y convertirse en una nación libre e independiente… ya nos sabemos la historia (bueno, eso espero).

Cuando comencé a aprender historia en los primeros grados de primaria, todo parecía blanco y negro. Personas como Hidalgo o Morelos murieron para que nosotrxs pudiéramos vivir en un país como el de hoy: seguro, libre y feliz, una verdadera utopía. Éramos afortunadxs de no haber vivido en esos tiempos, porque entonces la vida era muy injusta, mala, insegura… pero hoy ya vivíamos bien.

Para ese entonces era el 2009, Felipe Calderón había desempeñado tres años de su cargo y la guerra contra el narco ya estaba bien avanzada. El mundo del que mi libro hablaba era una completa yuxtaposición al que veía saliendo de clases o al que alcanzaba a oír en las noticias de alguna televisión en la calle: esa no era la paz que me habían prometido.

México ha sido presentado como un lugar del que nuestros héroes (y heroínas) patrias se enorgullecerían si pudieran verlo, con el argumento de que existe gente buena y trabajadora que balancea todo lo demás. La gente buena, sin embargo, ha existido desde los tiempos novohispanos, desde mucho antes e Hidalgo lo sabía. Morelos, Allende, la Corregidora, cualquiera que participó en el movimiento hace 219 años lo tenía tan claro que decidió impulsar a esas personas al cambio. No quiero poner palabras en la boca de quien ya no está para confirmarlas, pero algo me dice que este no es el país que ellos imaginaban.

El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Tal vez por eso volvemos a los mismos caminos con diferentes nombres: llámale conquistadores, monarquías, dictaduras o tranza del poder, al final de cuentas quienes acabamos jodidos somos los descendientes de quienes dieron su vida para que no volviera a suceder. La única diferencia es que ya no lo resentimos: lo hemos aceptado y hasta lo celebramos.

Llámenme lo que quieran, este año siento tan cínico celebrar la libertad y la Independencia como se ha de haber sentido en 1910 a días de la Revolución. Me duele pensar que tantas personas dieron todo lo que tenían pensando en un mejor mañana que se sigue posponiendo, me enoja celebrar las migajas y sentirme malagradecida por no quererlas, ¡porque hay alguien que tiene menos! ¡existen miles, de hecho!.. más que nada, me entristece que ya estamos condicionados a pensar que pedimos mucho. A encogernos hasta ocupar el menor espacio posible aunque eso implique no existir.

Yo jamás volveré a hacerme pequeña para el bien de quien tiene más. No me conformaré con este miedo y esta incertidumbre, no tragaré mi ira ni olvidaré mi tristeza. Hay una diferencia entre ser optimista y conformista, y yo nunca caeré (ni por error) en la segunda. No más.

Así que si este fin de semana pasado celebré algo, es que hay personas que todavía no han olvidado el pasado, negándose a reproducir los mismos patrones, intentando con todas sus fuerzas cambiar el presente y el futuro.

El amor más noble hacia la patria no es pintarse de verde, blanco y rojo. Es actuar de una manera que la haga un lugar mejor, aunque sea necesario confrontar para cambiar. Nunca lo olviden.

Itzia Ramos, estudiante de preparatoria. Ferviente defensora de la libertad y de los tacos al pastor con piña. Escribe poesía en su tiempo libre.

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