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Rebelde a los 15…Quiérete (no es pregunta)

By: Itzia Ramos 

ITZIA

Antes tenía unos lentes oxidados que nublaban mi vista. Se enredaban en mi cabello, se incrustaban en mi piel y me causaban un dolor inmenso. El cristal estaba sucio y desgastado, distorsionaba la imagen a un punto que ya no sabía qué hacer más que aceptar que esta perspectiva era la real.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Me veía al espejo y parecía un monstruo en una tierra de criaturas perfectas, con las mejores cualidades y los mejores rasgos, todas sin un rastro de inseguridad en su ser (menos yo).

Siempre hacía todo mal; me equivocaba y era la peor persona, hacía un mal chiste y era tonta, lloraba y era débil. Todas las personas eran fuertes (menos yo).

Ahora que lo pienso, habría sido muy fácil quitarme los lentes y regresar a la realidad. Parecía, sin embargo, que me aferraba a esta forma tan errónea de pensar, porque tenía miedo a convertirme en alguien que sólo pensara en sí misma. ¿Es que acaso era posible quererse sin ser narcisista?

Mi vida se volvió algo turbulenta. Probablemente en alguna de mis carreras habituales por terminar todos mis pendientes, tropecé, caí de cara y estos singulares lentes se hicieron pedacitos. Se hizo, de pronto, el silencio.

En realidad, no era una mala persona.

El espejo me sonreía de vuelta.

Creo que… me gustaba quien era.

Entonces miré a mi alrededor, casi cayéndome del susto. Había muchas personas con los mismos cristales que yo tenía, «no soy lo suficientemente flaca», «no soy inteligente», «estoy horrible», «me odio», un coro de quejas y lamentos por nunca alcanzar la perfección. Me entraron unas ganas de arrancarles la inseguridad de sus caras, estaba desesperada: ¿por qué nadie veía lo geniales que eran?

Decían que la felicidad llegaría cuando pudieran bajar cierta cantidad de peso. Cuando lograran cierta calificación o un nuevo trabajo. Cuando pudieran pagar la cirugía plástica para su horrible nariz.

Lo que no sabían es que si haces la felicidad una meta, se trasladará a otra, a otra y a otra hasta que se te vaya la vida persiguiéndola. No, la felicidad la tienes aquí, con quien eres y lo que tienes, hasta en los peores momentos. Nada nunca será suficiente si tú no eres suficiente para ti.

No eres perfectx y no debes serlo. Estás más que bien con tus lonjitas, tu diente ligeramente chueco que sólo tú notas o tus piernas sin tonificar. Estás más que bien con cada cosa que odias de ti porque, aunque siempre debemos intentar cambiar para bien, no significa que debamos odiarnos a muerte y negar nuestro valor.

Deja de declararte la guerra cada mañana. Quiérete, sin justificaciones ni razonamientos lógicos, sólo porque es de las cosas más bonitas que puedes hacer por ti (y te lo mereces)

Dedicado a una gran amiga. Espero que te quieras tanto como te queremos.

Itzia Ramos, estudiante de preparatoria. Ferviente defensora de la libertad y de los tacos al pastor con piña. Escribe poesía en su tiempo libre.

 

 

 

 

 

 

 

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