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El maestro me reprobó… con mucho cariño y nulo amor

Por Luis Fabián Fuentes Cortés

– Te quiero, pero no te amo.

La frase sonaría estúpida en otro idioma, pensemos en un “I love you. But, i don’t love you” en inglés. Por eso, cuando Ulises la escuchó, un tipo acostumbrado a asumir las cosas en forma fría y racional, no tenía lógica ni sentido. Por eso solamente la abrazó esperando encontrar un mágico interruptor que moviera la situación hacía un sentido racional. La única razón era la sinrazón. Ella no encontraba el motivo para quedarse con él, pero tampoco quería sentirse culpable del rompimiento que se avecinaba. El crear la menor cantidad de compromisos le abría un camino libre a la escapatoria sin sentirse culpable. La razón no estaba en él ni en los interruptores mágicos, sino en el miedo que ella tenía a la culpa.

¿Quién quiere sentirse culpable de que las cosas no sucedan? ¿Quién quiere sentirse responsable de que las cosas no funcionen? Siempre la culpa la debe tener el otro. En este caso, el buen Ulises terminará siendo el culpable. Quizá comience una campaña tratando de cambiar ese interruptor a la posición de “te amo”, quizá se aleje y comience una nueva relación lejos de ella con alguien que si le de ese grado de aprecio que él quiere. En todo caso, cuando ocurra el rompimiento será decisión suya y él será el responsable. Quizá a eso se refiere Benedetti cuando dice:

“creo que tienes razón

la culpa es de uno cuando no enamora

y no de los pretextos

ni del tiempo”

Lo mismo sucede con nosotros los estudiantes. No queremos sentirnos responsables cuando reprobamos. La culpa siempre es del profe. Solo que nosotros usamos la frase “El maestro me reprobó”. Esa frase conduce a la ambigüedad, nos pone en una situación de indefensión y la comodidad de la víctima. Da a entender que nosotros pusimos todo nuestro esfuerzo, pero el sistema de evaluación utilizado por el profe, su mala voluntad o su incapacidad nos condujo a la larga fila del pago de extras o al recursamiento. Nada tuvo que ver el hecho de no asistimos a clase, no hicimos la tarea o  simplemente la falta de talento.

No niego que de repente hay profes que sí llegan a “agarrarle idea a los estudiantes” o  imbéciles sin ética que no dominan su materia y solo van a cobrar, chancros sociales que acosan sexualmente a alumnos y alumnas por igual. Mi experiencia estudiantil me dice que no hay mejor forma de combatirlos que haciendo bien el trabajo, no darles pretextos, dedicarse a estudiar. Si aun así, terminamos reprobados, se puede apelar y denunciar ante instancias académicas superiores con papel en mano, como exámenes mal revisados o al menos argumentar algo en nuestra defensa. En ocasiones esto también es inútil, sobre todo cuando hay presencia de sindicatos que defienden a sus inútiles compañeros, pero eso es otra historia y se cuece aparte. También están los otros profes, amigos del pueblo, los barcos que dicen “que te repruebe la vida”, pero de esos nos encargaremos en otra entrega.

Suele pasar, que el compa que dice “el profe me reprobó” normalmente no conoce un ápice de la asignatura. El maestro le “agarró idea” por flojo, por incompetente. Pero eso jamás lo dirá, él no es culpable. Y alguien aquí me dirá que estoy tomando la onda del profe o el papel de alumno matado, pero no. Conozco bien la situación porque yo mismo estuve ahí. Fui un ávido consumidor de exámenes extraordinarios en el CBTIS 52 de Zamora. Así que, no nos hagamos “la culpa es nuestra porque nos enamoramos”.

Además, nos guste o no, la evaluación es un mal necesario de la educación institucionalizada en cualquier sistema. Los modelos de educación libre, sin la evaluación tradicional, tardarán años o décadas en poder llevarse a la práctica en forma consistente y generalizada. Hace poco me encontré en Internet, con una frase atribuida a Albert Einstein: “Todo el mundo es un genio. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para escalar árboles, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”.  Mi conclusión es que los peces no deberían inscribirse en cursos para trepar árboles o terminarán sintiéndose estúpidos. No a todos se nos dan las Matemáticas, la lectura, el razonamiento abstracto, los deportes, la práctica de laboratorio. Entonces ¿Para qué insistir en algo que simplemente no se nos da cuando podríamos estar haciendo algo que nos haga felices? Terminaremos frustrados ¿Por qué mejor no buscar algo en lo que sí seamos buenos? Los pretextos económicos, la presión familiar y otras cosas nos llevan a tomar decisiones trágicas y a culpar a otras personas cuando “la culpa es de uno cuando no enamora y no de los pretextos o del tiempo”… ¿Por qué insistir en algo que nos quiere pero no nos ama?…

 

About the author

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Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.

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