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En Loco Tidiano… Enajenados.

By: Rosío Morelos.

Puede que no sepamos hacia dónde vamos,
De dónde venimos y puede que eso dé igual
Que nos baste con solo un instante de paz infinita y de tranquilidad,
Viajando a paraísos artificiales buscando la llave de la felicidad,
Tanta tienes, tanta pierdes, tanta das…
Eskorzo.

De acuerdo a la RAE (hablando de la acepción que nos interesa para este tema) enajenar significa “sacar a alguien fuera de sí, entorpecerle o turbarle el uso de la razón o de los sentidos”. Lo que no se especifica en esta definición es que en la actualidad la causa de este estado es una decisión personal y podríamos decir que hasta un estilo de vida en “tendencia”.
Recuerdo que cuando era pequeña eso de “enajenarse” era raro, y cuando se hablaba de que alguien padecía este bizarro comportamiento, había dos opciones: o se trataba de drogas o la causante era una señora a la que mucho se le echó la culpa de haber estropeado varias generaciones: la tele.
Cabe además decir que si a alguien se le sorprendía “in fraganti” lo normal era burlarse y sacarlo de su estado con frases como “se te cae la baba”, “íralo”, “ya ponte a hacer algo productivo”, etc. En aquellos años era normal mostrar cordialidad hacia los extraños, y el ensimismamiento era algo más bien privado que se practicaba en la confianza del hogar.
Con la llegada de los teléfonos móviles, los videojuegos portátiles, las pantallas promocionales, los espectaculares, y la sobrepoblación, la gente ha ido perdiendo esa conciencia del otro y por lo tanto ha dejado de tomarle importancia a intentar quedar bien con los demás.
El cambio no se dio “de la noche a la mañana”, al principio era común que algunos se dejaran llevar todavía por la vieja usanza y que cayeran en situaciones incómodas. No era tan descabellado, por ejemplo, que cuando estuvieras hablando por teléfono (desde el baño) y preguntaras “¿cómo has estado, qué me cuentas?, alguien desde el cubículo vecino del sanitario te contestara “Muy bien, gracias por preguntar y tú?
Ahora nos hemos vuelto tan apáticos, que ni si quiera es importante saludar o si quiera mirar al otro. Es más, cuando alguien se atreve a mostrar interés en nosotros, lo normal es correr a toda velocidad, asumiendo que el sujeto que tan insistentemente nos aborda es seguramente un desesperado vendedor (por lo general los pobres comisionistas son los únicos ya interesados en mostrar una amabilidad, que resulta tan falsa a veces, que es de tenerle miedo).
La enajenación en público nos permite expresarnos con mayor libertad (de todas maneras a nadie del entorno parecemos ya importarle). De este modo podemos traer los audífonos a todo volumen e ir “tarareando” y moviendo la cabeza en el transporte público mientras escuchamos nuestra canción favorita; también podemos libremente pelearnos e insultarnos con la pareja en pleno centro comercial, o incluso atender “el changarro”, mientras (entre la despachada y el cambio) observamos videos “graciosos” en youtube.
Desafortunadamente, hay muchas cosas que literalmente se pierden “de vista” con la enajenación: presenciar de primera mano los primeros pasos de nuestros hijos (a los que dejamos de atender por tener delante un teléfono) o incluso observar ciertos datos relevantes del entorno (por ejemplo, ese sujeto sospechoso que está a punto de asaltarnos por estar en la pen…sada de responder un mensaje).
Luz Rosío Morelos. Egresada de letras, distraída de oficio, afecta a no dar explicaciones.
Contacto: chio.moregu@hotmail.com

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