SOFTNEWS

Rebelde a los 15… Carta de amor al pasado

By: Itzia Ramos 

ITZIA

Hace poco más de dos años, hice una antología de las que yo creía eran mis mejores poesías. Terminé el documento de Word una noche antes de ir a la escuela, lo guardé en una carpeta y lo dejé ahí.

De tiempo en tiempo vuelvo, a veces para ver mi progreso como escritora, otras veces para recordar. Las poesías estaban en orden cronológico, empezando desde las que redacté hace 7 años hasta las más recientes (en ese entonces) Las veía como mi pequeña autobiografía, un testimonio de que mi vida no había sido un sueño, un respiro más al que nadie prestaría atención.

Fue en esos primeros días cuando me di cuenta de que era diferente. Me preguntaba por qué la gente no sentía tan intensamente como yo, lo bueno y lo malo por igual. Mis libros favoritos eran “El Principito” y “El Libro Salvaje”, pues me identificaba con el sentimiento de los personajes de estar despiertos en un mundo que caminaba dormido. Me sentía especial, como si tuviera el poder secreto de sacar una enseñanza de cada sonrisa, una poesía de cada caída, un cuento de una frase mal planeada.

Soy evanescente, reapareciendo en colores al bailar. Las otras personas caminan, en escalas de grises, y no lo entienden hasta que desaparecen de todos los mapas

Aunque si sigues leyendo, no sólo la antología, sino mis otras poesías en documentos anexos, páginas de cuadernos en desorden, notarás un progresivo… silencio. Las palabras dejan de sentirse llenas de vida, y pasan a susurros medio adormilados, como si gritar me molestara más a mí que al mundo.

Tan, tan, tan, soy demasiado… incluso para mí.

En algún momento del camino, me invadió un deseo por pasar desapercibida: por ser menos, hacer menos, sentir menos. De pequeña soñaba con aventuras llenas de risas, lágrimas, noches sin pegar ojo… y de pronto mi mayor aspiración era pasar una semana desconectada del mundo, escuchando a Mumford and Sons, durmiendo doce horas y pensando lo menos posible.

No me gustaría regresar al pasado: principalmente porque estoy orgullosa de todo lo que estos años me han dado y de las cosas que he aprendido por ello. Escribo esto, entonces, como un testimonio de que he puesto mi dedo en el párrafo incompleto, y estoy dispuesta a decidir con qué palabras llenarlo.

Escribo esto para la Itzia que le bastaba su existencia para ser feliz; la chica que se pasaba las tardes soñando en cómo sería su vida al crecer y en las aventuras de su yo adolescente. Me hace feliz pensar que, si me viera, no me reprocharía que guardé mi color en una caja para volverme de esas personas grises… no, ella abriría mis párpados a la fuerza, y me felicitaría porque al fin decidí volver por él.

Las cosas nunca volverán a ser como lo fueron entonces, por lo que es imposible que esa pequeña chamaca me escuche… sin embargo, hay muchas personas en el mundo, hoy, ahora (yo incluida) que les serviría recordar lo que querían, las personas que eran. No sabré decir quién soy, pero sí quién era y quién quiero ser. Y quiero esa alegría tan viva que solía sostener como un globo sobre mi cabeza, esa esperanza de que es posible cumplir mis sueños, perderle el miedo a crecer y reemplazarlo con una emoción inmensurable de estar viva.

Así termino esta carta del amor al pasado, como una invitación al futuro de escribirme de vuelta; que me confirme si la alegría es una buena aspiración. Mientras tanto, les invito a recordar un poco, y preguntarse si hay algo del pasado que quisieran volver a aplicar en su día a día. Les prometo que se sorprenderán.

“El despertar ha llegado, los sueños se renuevan. El mundo ya ha comenzado…

la vida aún es buena.”

Itzia Ramos, estudiante de preparatoria. Ferviente defensora de la libertad y los tacos al pastor con piña. Escribe poesía en sus tiempos libres.

Botón volver arriba