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Reflexiones desde mi silla de ruedas… Mi experiencia con los caciques (parte 2)

By: José Salomón García Moreno

Salomón

“Cuando el filósofo calla, la humanidad retrocede”

Recibí la encomienda de investigar al Sr. Pedro Gembe, Representante de Bienes Comunales de Cherán, Mich. Me acompañeron, entre otros, el Lic. Juan Juárez Rosales y mi amigo Emiliano Suárez Abregp (q.e.p.d.) a la hora señalada en la convocatoria nos presentamos en una escuela para llevar a cabo la asamblea general de comuneros, no se si aún exista ese inmueble educativo, para señas tiene unas ventanas a aproximadamente dos metros de la banqueta. Había gestos adustos en los comuneros, aunque en otros se notaba cierta esperanza de que el cacique caería.
Una de las quejas recibidas era en el sentido de que pagaba la resina a su real capricho y no dada cuentas a la comunidad de la venta de pino en rollo, presumiendo que había un desfalco para el pueblo y un bienestar económico para ese persona. Además era manifiesto que abusaba de la menguada economía de los pobladores y de otras cosas más.
Los comuneros llegaron poco a poco al inmueble escolar hasta que hubo el quorum legal necesario para proceder a la asamblea.
Se leyó la convocatoria, la queja respectiva y se informó que la votación sería universal y secreta. El Sr. Pedro Gembe visiblementer molesto dijo que no permitiría una votación secreta, que de acuerdo a sus usos y costumbres, la decisión se tomaría a mano alzada. Nunca había escuchado antes el concepto usos y costumbres y todavía con una seguridad que no se de dode la obtuve, le contesté que la Ley Federal de Reforma Agraria no permitía ese tipo de votaciones.
Entonces este señor tomando la dirección de la asamblea dispuso que los comuneros se formaran en dos filas, una de los que le favorecían y otra de su enemigos. Dos de su hijos, libreta en mano fueronn registrando quienes estaban en una fila y quienes en la otra. Obviamente me opuse y aclaré por enésima vez que la votación sería secreta. Entonces el señor Gembe hizo una señal y empezaron a replicar las campanas. Hubo una momentánea confusión, algunos comuneros nos indicaron que corrieramos y prestos, tomamos nuestra máquina de escribir, boletas y demás documentos y empezó la desbandada. Saltabamos las ventanas y atrás una muchedumbre nos tirba jitomates, piedras, palos, huevos, lo que encontraran a su paso. Entre Emiliano y yo, tomamos a Juan Juárez, porque él tenía un problema en un pié, así cojeando llegamos hasta las instalaciones del Instituto Nacional Indigenista, donde nos esperaba una camioneta de doble rodado, el chofer puso una silla para facilitar la subida, faltaban unos veinte metros para que llegara la gente enfurecida, cuando logró encender el vehículo y nos retiramos a Paracho, nadie tenía su rostro normal, desencajados, ni siquiera hablábamos entre nosotros, teníamos miedo y angustia. Cuando llegamos a Paracho, el Delegado Agrario había dispuesto un almuerzo para todos, ahí conocí el churipo. Poco a poco el miedo y la angustia se esfumaron y empezamos a hacer chistes de nuestra triste realidad.
JOSÉ SALOMÓN GARCÍA MOREN.
El que esto escribe es Master en Democracia y Formación en Valores por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ofrezco curso relacionados con la ética y los valores.

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