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Ciudadanos Emergentes…  A Propósito del Día del Padre: “La Mamá Luchona”

By: Ismael Ibarra

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México tiene una figura humorística que se ha vuelto recurrente: la mujer «luchona», «cabrona» y «guerrera». Estos personajes se caracterizan por varias cosas, según algunos recuentos de la world wide web: son madres solteras, divorciadas o dejadas (sic.)juegan con hombres; se embarazaron antes de los 20 años; mantienen un hogar y se enorgullecen de ello; salen de fiesta y dejan a los hijos (o como dicen que ellas los llaman, sus «bendiciones») con la abuela o la madre; escuchan música del «feminismo musicalizado» como Jenni Rivera o Paquita la del Barrio, y son «madre y padre a la vez».

Y no les basta el día de la madre para festejar, sino como son madre y padre a la vez, también quieren que se les festeje el día del padre.

El modelo moral para ser madre está muy bien definido y en él no entran la posibilidad del divorcio, de la ruptura amorosa, de la precariedad, del «descuido» a sus hijos, de la diversión o del enorgullecimiento por sobrevivir panoramas desoladores.

Para quien cree en “las luchonas” resulta aún entendible que la procreación y crianza pende exclusivamente de la mujer. ¿Qué es lo que molesta o resulta risible de una «mujer luchona»? ¿Será, quizá, su incapacidad para considerar a la mujer fuera de los márgenes del ámbito privado?.

Cuando pienso en estas nuevas formas inquisidoras, me es imposible no remontarme a la famosísima Señora, señora, himno popular mexicano (aunque compuesto por una brasileña) que se le canta constantemente a las madres, a las «luchadoras incansables» y «guerreras invencibles». El viraje irónico de los términos, por tanto, correspondería a una ruptura dentro de los márgenes de la maternidad idealizada al estilo de la «virgen María», como reflexiona Tania Tagle, «la que todo perdona y todo soporta»: la mujer esclava a su rol de madre.

La existencia de burlas y señalamientos ante quien no cumple con disciplina ese rol representa un estigma que reproduce diversas formas de dominación en donde se asocia a la maternidad con el matrimonio, la heterosexualidad, la monogamia y a su vida dedicada a mantener tales condiciones.

Como bien sabemos, vivimos bajo un orden social (desigual) un tanto rígido en el cual como género sólo se reconoce la existencia de hombres y mujeres, dicha dualidad cobra sentido en función de que cada género se apegue estrictamente a lo que socialmente les corresponde, de lo contrario vivirá con el estigma por ser diferente, y eso es precisamente lo que ocurre con la expresión “mamá luchona”.

 La expresión “mamá luchona” es utilizada de forma despectiva, para devaluar los comportamientos de esas madres solteras “rebeldes”, que se atreven a vivir de una forma diferente su maternidad, desafiando el estereotipo de la madre suficientemente buena que todos hemos interiorizado y celebramos cada diez de mayo. Primero sin el apoyo de su pareja y segundo “alterando” aparentemente la prioridad de función de cuidadoras, ya que de manera paralela realizan otro tipo de prácticas como salir a fiestas, continuar con sus estudios, tener una vida sexual activa e inclusive pensar en la posibilidad de iniciar una nueva relación amorosa.

La luchona no tiene miedo. La luchona puede salir de fiesta, seguirla y llegar a amamantar sin problema. La luchona consigue, con el poder divino y la ayuda de su madre, salir adelante sin pedirles un solo peso a los hombres que le invirtieron semilla en el vientre. La luchona presume porque cree lo merece. Es un ejemplo y lo sabe. Ante la aparente desgracia, la luchona brilla y se impone como el símbolo más grande del poder femenino y maternal.

No hay luchona sin hijos. El estereotipo la tiene sometida. Entre simples madres solteras a luchonas que accidentalmente cayeron en el abismo no hay una línea clara que las divida.

Pensemos a la luchona como la mujer que salió embarazada y que vio como el padre de su hijo los abandona. Con el vientre ocupado y la responsabilidad cercana, estas mujeres deben salir a trabajar para mantener a un niño no planeado.

Esto es cierto, en México los hombres que no se hacen cargo de sus hijos han creado a las luchonas y, desde su irresponsabilidad, se ríen del fenómeno que pesa sobre ellas. Desde descalificativos verbales, hasta memes que circulan en las redes sociales. Pero lo más grave que esas madres se lo creen, a tal grado que lo viven con orgullo empoderado.

Vayámonos a las cifras: en México hay 5.3 millones de madres solteras. Algunas están divorciadas, otras separadas y otras más eligieron desde un principio la soltería. Entre este panorama, la sociedad mexicana las juzga de inmediato. No se les permite hacer otra cosa que no sea ser madres. No pueden salir de fiesta sin recibir burlas. Tampoco pueden sentirse orgullosas de trabajar para salir de vacaciones con sus hijos porque el estereotipo las lesiona.

Visto desde el lado del bromista, la luchona no puede tener suerte ni triunfo. Visto desde el lado materno la cosa cambia. Ejemplos de madres solteras que solventan la vida de sus hijos hay bastantes. Pero vaya, esto es México, aquí se generaliza para no pensar demasiado. No se podría hacer un meme de una madre soltera exitosa.

Lo que sí ha hecho a la luchona una figura cómica es ciertas madres que intentan vivir una maternidad libre de compromisos. Es aquí en donde las madres o abuelas hacen muchísimo daño al hacerse cargo de los hijos no planeados para dejar que su hija viva “su juventud”. Con estos apoyos (que dañan bastante) las mujeres siguen embarazándose y dejando de lado el papel materno, ya que alguien más se hará cargo del hijo que viene o la sopa que necesite. Es aquí en donde la crítica a la luchona adquiere total sentido.

La falta de educación sexual, la insistencia de los padres por querer nietos, la sumisión ante el hombre, el falso anhelo de formar una familia a como de lugar, las ganas de ya no vivir en casa, todo esto es el motor para dar paso al embarazo apresurado, la destrucción de la nueva familia y la ausencia de cariño por falta de los hijos.

Aún en los años ochenta los padres de familia le tenían miedo a que su hija fuera una solterona. Las madres iban a la catedral a rezar para que dios le mandara un hombre a su hija. El que fuera. La mentalidad de los padres mexicanos dañó severamente a las actuales madres solteras. Sin embargo, no existe chiste alguno sobre el luchón, ni el padre soltero. Al contrario, se consideran grandes ejemplares de la sociedad mexicana.

¿Faltará mucho para que la mujer pueda vivir sola con sus hijos sin ser menospreciada? Claro que sí.

Arturo Ismael Ibarra Dávalos. Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Preside la asociación civil Bien Común Michoacán y la sociedad civil Por la Mejora en el Ámbito del Trabajo. Es Secretario General del Foro Política y Sociedad.

 

Correo electrónico de contacto arturoismaelibarradavalos@hotmail.com

 

 

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