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Maximato reloaded @gaaelico

Por Toño Aguilera

Espacio mordelón del quehacer y deshacer de nuestros míticos políticos michoacanos
Espacio mordelón del quehacer y deshacer de nuestros míticos políticos michoacanos.

El PRI que se fue es el mismo PRI que volvió. En un acto de máximo gatopardismo, durante los 12 años que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) nos engaño a todos los mexicanos y la manida de frase de “misma experiencia, diferente actitud” buscó limpiar su imagen de una larga y nutrida historia de corrupción, tráfico de influencias, fraudes electorales, historias de peculado y demás símbolos priístas. Hace 12 años, caía el partidazo, después de más de 70 años de control de las riendas del poder en México, en donde la figura presidencial era la luz señera de la vida pública en México.

El PRI creó y formó la investidura del presidencialismo perpetuo, del control vertical del poder y del manejo discrecional del poder y del presupuesto, lo que Mario Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta”. A lo largo de esos sexenios iban y venían figuras políticas, corrientes y grupos internos, pero siempre estaba presente el traje del Presidente, la institución, el gran panóptico de la vida nacional. Entonces se le conocía como “el primer priísta del país”.

Cuando el PRI sale de Los Pinos, como viejo animal herido, decidió replegarse en su madriguera a lamerse sus heridas y evaluar las causas por las cuales había perdido el poder. En todo ese tiempo se vistió de oveja y buscó limpiar su imagen, ocultando lo más turbio de su pasado. Tuvo éxito no sólo por la obvia complicidad de los medios de comunicación, sino porque el PAN decidió más bien negociar con ellos y poner todos sus esfuerzos para desarticular a la izquierda.

Ahora, una vez que retornó al poder, el PRI ha puesto todos sus esfuerzos en volver a forjar el partido hegemónico que antes era, y para ello ha vuelto a reinventar sus viejos artilugios y estratagemas y uno de ellos es el maximato.

Con la auto designación de Enrique Peña Nieto como el presidente del Consejo Político Nacional, el priísta no sólo asume poderes extra legales para no sólo controlar la agenda pública del país, sino manejar los hilos del partido, en especial en materia de decisiones electorales. Se vuelve a regenerar el dedazo, con nuevos bríos y otra imagen.

Asimismo, esta semana el PRI, también en colusión con el PAN, decidió mantener la Infalibilidad del presidencialismo, al dejar intocado al Ejecutivo federal en la reforma para eliminar el fuero constitucional.

Peña Nieto, o más bien la figura presidencial de viejo cuño, ha recuperado todas las prerrogativas discrecionales, de autoritarismo, de control total de las redes del poder en México y en su partido. Es decir, volver a la vetusta figura del “líder máximo de la Revolución”, un maximato  mejor peinado.

Un poco de historia

Durante el periodo comprendido entre la salida de Plutarco Elías Calles (fundador del PRI) de la presidencia y el ascenso del General Lázaro Cárdenas tuvieron lugar tres gobiernos, dos de ellos interinos y un tercero producto de una elección. Paralelamente se consolidó el primer instrumento político de cohesión vinculado al Estado: el Partido Nacional Revolucionario (PNR), y el general Calles se convirtió en el «Jefe Máximo» de los revolucionarios, cubriendo con su función en el ejercicio del poder una fase de tránsito entre el caudillo político-militar y el partido de masas.

Se cuenta que el general Plutarco Elías Calles, quien había ocupado la Presidencia de la República de 1924 a 1928, creó, en marzo de 1929, el Partido Nacional Revolucionario, como una medida urgente para evitar la polarización política que por aquellos tiempos se agravaba, a raíz del asesinato del general Álvaro Obregón, quien había sido reelecto unos meses antes.

La voz popular acusaba a Calles de haber sido el autor intelectual de aquel magnicidio. El mundo se le vino encima al presidente saliente, por lo que tuvo que echar mano de toda su sagacidad para superar aquella crisis, pues el pueblo entero amenazaba con levantarse en armas. Calles invitó a un político joven, cercano a Obregón para que se hiciera cargo, provisionalmente, de la Presidencia: el tamaulipeco Emilio Portes Gil. Las cosas se calmaron momentáneamente, aunque no era fácil manejar políticamente al país con la diversidad de partidos regionales, grupos políticos, poderosos caciques y un Congreso donde diversos bloques competían por el control de las cámaras.

El destino puso en manos de Calles todo el poder político. Como no faltó algún adulador que lo llamara “Jefe Máximo de la Revolución”, el interregno sexenal hasta 1934 fue conocido como “maximato callista”. Con esta autoridad superlativa, Calles decidió crear un partido político nacional que absorbiera a los partidos regionales, que aglutinara a las diversas corrientes y fuerzas políticas del país y que sometiera a su autoridad política a caciques, gobernadores, diputados y senadores. En poco tiempo, el que parecía ser un país ingobernable y anárquico, se fue serenando y las aguas, antes turbulentas, fueron tomando su cauce.

Por algo será que al periodo de 1928 a 1934, se le conoce como EL MAXIMATO. En esos tiempos, había una constante muy curiosa en el país: el que organizaba las elecciones, las ganaba.

Aquella nueva fase política que redefine las modalidades del liderazgo y la clientela, se realiza al afiliar al caudillo con toda su cauda agrupada en organizaciones políticas, laborales o agrarias, al partido nacional. En esta etapa de consolidación, los caudillos mantendrán su status preservando los márgenes de autonomía y poder en sus zonas de influencia.

Fueron ellos los que en gran medida hicieron del PNR un instrumento nacional al incorporar, incorporándose, su clientela política. El partido afilió a los trabajadores del Estado que no sólo pasaron a formar parte de él sino que la mañana del 26 de enero de 1930 se enteraron, por la prensa, que por orden del presidente Portes Gil, la Secretaría de Hacienda y el gobierno del Distrito Federal, les descontarían el último día de los meses de 31, para formar un fondo que sería depositado en el Banco de México a nombre del PNR. El vínculo entre el Estado y el partido era tal que en el órgano periodístico de éste, el Nacional Revolucionario, se leía en el subtítulo «Órgano Oficial del Gobierno Mexicano».

En la convención constitutiva del PNR, el 1 o. de marzo de 1929, estuvieron presentes todos los matices políticos a excepción de los laboristas y los comunistas. Contra todas las previsiones salió postulado como candidato a la presidencia Pascual Ortiz Rubio, lo que se consideró una imposición de Calles. Aarón Sáenz se convirtió en el primer aspirante a la presidencia con un amplio consenso interno que se disciplinó, regla de oro que permitió consolidar al partido. En este primer caso y en otros sucesivos, la disciplina fue compensada con amplias posibilidades políticas y económicas. Todo parecido con el México actual, es mera coincidencia.

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