SOFTNEWS

2014: el descontento y la esperanza// By @indiehalda

Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Le quedan escasos días a este año: época de cortes de caja, balances, resúmenes y de elaborar la lista de esas cosas que quedaron pendientes, con la esperanza de poder (ahora sí) llevarlas a cabo en el 2015: viajar, ahorrar, enamorarse, adelgazar, ser mejor o peor persona, lo que sea que nos haga más felices.

El mundo en general contará las campanadas ansioso por concluir este, un ciclo particularmente sombrío: el fantasma de una nueva hecatombe financiera, la desigualdad que no para de crecer, conflictos aquí y allá que se vuelven añejos y cada vez más cruentos, el petróleo bajando, el desempleo subiendo… la promesa de bienestar que parece no se va a cumplir pronto.

Matan a 43, a 22, a 49, a 74, a 11, a 22,000, a una; liberan de toda culpa a un exfuncionario hermano de un expresidente que tiene el privilegio de ser dueño de una isla, cual magnate excéntrico; se gastan cantidades inverosímiles en estatuas en municipios paupérrimos; gobernadores renuncian, ante enormes sombras de sospecha delincuencial que tocan a su misma familia; la gente marcha, y se insulta, y no pasa nada… ¿Qué le parece el día de hoy su país? ¿Tragicómico, no cree?

Crisis. Financiera, alimenticia, energética, de seguridad, de credibilidad… estamos frente a una, que no quepa duda. Y es en este escenario donde debemos desempolvar y hacer de nuestras mejores armas, aquellas que quizá hasta hoy desconocíamos de su existencia. Dejar las listas de propósitos y comenzar a ser –desde hoy, desde este momento- mejores.

Por todos lados he leído textos que hablan sobre cómo empezar a ser mejor uno mismo no cambia nada. Y tienen razón en un punto medular: quedarse con las mejoras para uno mismo es el peor de los errores, porque nos envanecen.

Me sofoca un poco esa gente de supuesta superioridad moral: porque andan en bici,  porque adoptan mascotas,  porque se quejan que el país está mal, porque no tiran basura, porque votan, porque van a misa los domingos y fiestas de guardar, porque “ellos sí hacen y nosotros no”. Total, que se suben al ladrillo y desde ahí pregonan, borrachos de autocomplacencia.

No veo a nadie invitando a nadie a ser mejor, sólo gente distanciándose. No veo a los miles de quejosos visitar un centro Teletón, involucrándose; No veo a los informales adhiriéndose a un esquema fiscal que permita engrosar la captación y nos haga menos petrodependientes -jalar parejo-; No veo a miles de inconformes ir y pararse afuera de la casa de Manlo Fabio, de Emilio, de Romero Deschamps, del gobernador, del presidente municipal, porque cerrar calles es lo fácil, eso y joderle la vida al prójimo que no comulga contigo. En resumen: no veo a nadie haciendo nada, al menos nada nuevo.

Durante todo este año me he quejado amargamente de esta serpiente social que marcha, grita, saca su yo creativo en pintas e interrupciones de premios Nobel, reza y sufre este país. Tan huérfanos, tan ufanos, tan pedantes y tan faltos de un principio esencial de las sociedades avanzadas: PONERSE DE ACUERDO.

Día con día soy testigo en los medios de actos de barbarie corrupta que me revuelven el estómago, y ninguno de esos actos lanza a la gente a las calles. Nos resulta dificilísimo quitarnos ese rol de madre preocupona y abnegada que le llora a sus hijos, siendo que la razón de su proceder es la malcrianza que ella misma les procuró. No podemos esperar que este país hijo nuestro sea un prodigio atlético cuando lo hemos alimentado con pura comida chatarra –lo digo literal y no literalmente-

Se avecina una tormenta, estimados lectores. Durante este año que me ha hecho el honor de seguir esta columna he dado pronósticos no muy halagüeños sobre el vendaval que viene, algunos acertados, otros no tanto. Y de las tempestades sólo sobreviven las embarcaciones fuertes, robustas, preparadas. No seamos lanchas en un mar picado, que nos van a voltear.

Difícil, sí. Pero no imposible. Este amasijo de problemas tiene solución, sólo si dejamos de golpearnos para, por primera vez en siglos, ponernos de acuerdo. Mire a EU y Cuba. El chiste es hablar, caray. El insulto barato déjeselo a los futbolistas y a los faranduleros, aquí todos somos personas, todos tenemos opinión. Empiece por respetar y sígase derecho.

En mi universo personal, este año he perdido muchas cosas. Muchas. Pero el año que viene (romántico que soy) pinta para ser un poco más tibio, menos arrebatado, mejor -aún dentro de lo complejo que se avecina-

Me parece estoy listo, ¿usted lo está?

¡GRACIAS A TODOS! La próxima semana me dejo de críticas mordaces y le regalo mi lista de los mejores discos del 2014, para regresar el 9 de enero igual de pesados que siempre (sobre todo tras las comilonas decembrinas)

Diviértase y sea feliz. Que ni el gobierno, la pobreza o la delincuencia le arrebaten ese, su más sagrado derecho.

Botón volver arriba