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¿Y quién está con México?// By @indiehalda

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Por Oscar Hernández

Con la controversia sobre la libertad de expresión en pleno apogeo, muchos han convertido la frase “Carmen, México está contigo” en el estandarte del movimiento a favor de la periodista y de lo que ella representa (mejor dicho, de la imagen que sus seguidores compran).

Ese lapidario “México está contigo” no es la primera vez que se usa como herramienta propagandística, en un país que le gusta apoyar a, bueno, cualquier cosa que se le pone enfrente. La paradoja reside en cómo un mensaje que busca comunicar unión se ha convertido en una forma sutil de decir “Estás conmigo o contra mi”.

Hablaba en ocasiones anteriores de lo difícil que resulta para el mexicano ponerse de acuerdo sobre cualquier cosa. Es por ello que decir “México está con x o y causa/persona” es más una invitación al separatismo que a la inclusión. Que 120 millones de hombres y mujeres “están” con algo o alguien es simplemente imposible.

A partir de ahí comienzan los filtros, la exclusión… paulatinamente la grandilocuencia de la frase se diluye, hasta que sólo queda un grupo –grande, pequeño, nunca el esperado- acuartelado en una frase que debería en ese momento cambiar a “El grupo X está con Y”… y claro, comienzan las denostaciones, el absolutismo simplista: “cómo es posible que no apoyes esto”, “pinche vendido”… a estas alturas, “México” se convirtió en un segmento resentido con aquellos que no comulgan con él, el ciclo perpetuo de la polarización nacional.

El “México con…”obedece a la necesidad imperiosa del connacional de formar parte de algo, ejecutándolo de una manera tan pobre que termina alienándolo. Quiere con tal desesperación ser el bueno de la historia que su primer ejercicio de legitimación es encontrar al villano ideal, en la forma de cualquier persona cuya opinión se desvíe tan siquiera un grado del discurso oficial de su campaña.

Es por ello que nuestro país recibe con brazos abiertos todo aquello con sabor a mesianismo. Con la pena que me da aceptarlo, el mexicano vive más cómodo en la placidez de la idea preconcebida que en el ideal que representa la creación de un criterio propio, único, que aporte a una idea comunitaria con respeto. Así es como se construyen las sociedades, al menos las más prósperas.

Solía pensar, durante mis épocas de romántico irremediable, que a nuestro país le hacía falta debate para encontrar una solución al cubo de Rubik que es México, nación de múltiples aristas. La esterilidad que raya en franca ridiculez en la forma  como se tocan los temas relevantes me ha hecho entender que  aquí lo que urgen son hacedores, no habladores.

Hemos hablado demasiado tiempo, con las mismas palabras, los mismos discursos y de un tiempo para acá los mismos memes: el gobierno está mal, los políticos están mal, el del al lado está mal: burlas, señalamientos… como dice la campaña de ciertas farmacias “Lo mismo, pero más barato”

Para construir unión a favor o en contra de algo que realmente incluya a todo el país, resulta indispensable escuchar a todas las voces involucradas – sí, también a las que no están de acuerdo con el tema- de manera que el movimiento se enriquezca. Quizá descubramos en ese ejercicio de pluralidad que el movimiento como se pensó en un inicio no es el indicado, y entre todos lo cambiemos. El romanticismo irremediable de antaño me dice que esa sería la mejor forma de encontrar algo que nos interese a todos.

México está con Aristegui, con Mireles, con la selección, con Checo Pérez…

Pero ¿Quién está con México?

Al parecer nadie, porque se siente tan desatendido el pobre.

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