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Politécnicos y paraguas // By @indiehalda

Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Los acontecimientos recientes derivados de las modificaciones propuestas al reglamento del Instituto Politécnico Nacional han despertado a la regularmente tranquila comunidad estudiantil y académica del centro educativo, con sus porriles excepciones, claro.

El cómo y porqué de este levantamiento son de admirarse en un país que, como hemos platicado, ejerce un activismo más bien perezoso.

Eterno rival y compañero en armas de la UNAM, el IPN mantiene un perfil quizá más bajo que ésta pero no por ello menos exitoso. La historia de ambas instituciones se entrelaza en diversos niveles al grado de no poder concebir los logros de una sin la competencia de la otra. Una competencia sana en un país sediento de excelencia académica.

La protesta politécnica difiere bastante en los modos con las protestas unamitas. Sin menospreciar, las formas universitarias no son siempre los ideales: el  anonimato, las solicitudes que a veces rayan en el absurdo y la violencia -siempre la violencia- perpetuando el ciclo víctima-victimario tan propio de la cultura mexicana, y en el que nadie gana, nunca.

En el esquema de rebelión politécnico uno observa cosas difíciles de ver en cualquier otro movimiento estudiantil (guiño directo a los normalistas): orden, identidad y claridad en el mensaje transmitido. Ello le ha valido el visto bueno de la sociedad capitalina, que muestra una empatía con sus acciones nunca mostrado con otros movimientos que aterrorizan el ya de por sí terrorífico tránsito chilango.

Si usted no ha tenido oportunidad de conocer el motivo de las protestas le resumo: la rectora aprobó “en lo oscurito” (la forma en la que pasa casi todo lo relevante en este país) un reglamento que -entre otras cosas- minimiza la formación académica privilegiando lo técnico sobre lo científico y reduce la transparencia en la evaluación docente, espinas que hicieron levantar de sus asientos a estudiantes y docentes por igual: hoy en día todo el IPN está enojado.

Como el slogan de la protesta reza “El miedo no anda en burro”, y fue de verdad sorpresivo el hecho de que el mismísimo secretario de GobernaChong –el mismo que ha dejado plantado a gobernadores y activistas- saliera a recibir la marcha, prometiendo una pronta respuesta a sus demandas e incluso ¡Una segunda reunión! Difícil saber a qué obedece el entusiasmo del señor Osorio: ganas reales de dialogar o miedo a provocar un nuevo 2 de octubre.

De la rectora Bustamante, quien desde hace 5 años dirige al instituto, ni sus luces: entre los rumores de su despido y su tendencia ningunear las protestas, aduciendo a “influencias externas” su fortaleza, la mujer parece contenta con ponerse la soga al cuello pues el escenario para su baja deshonrosa está puesto: rebasada por lo genuino de un movimiento al cual no ha parado de defenestrar.

Legítimo e inspirador el movimiento politécnico, que debería servirnos de ejemplo a todos de cómo deben exigirse nuestros derechos en este país a través de una consigna simple pero poderosa: si acudimos a la violencia y el vandalismo como medio de expresión de nuestras inconformidades, no estamos siendo mejores que aquellos que hoy nos reprimen.

Otro movimiento ocurre en el mundo en estos momentos: la llamada “rebelión de los paraguas” en Hong Kong, que debe su nombre a lo necesario de este artículo ante el clima adverso de la isla en forma de lluvia, sol y gases lacrimógenos.

La juventud, que vivió muy pequeña la transición de la protección inglesa, desea una alternativa democrática en ese pequeño pedazo de tierra hiperpoblado. La China continental, quizá el país más orgulloso de su intolerancia, ha amenazado de diversas formas con sofocar las rebeliones, lo cual no parece menguar el espíritu de lucha y cambio: miles y miles se aglutinan en ocupaciones maratónicas exigiendo ser parte de la elección de sus representantes.

Al igual que aquí, las protestas hongkonesas dignifican su mensaje a través del pacifismo, y nos regalan postales ejemplares  que nos hablan de un profundo sentido comunitario: estudiantes dándose el tiempo para hacer sus tareas en medio de las consignas, brigadas de limpieza de las zonas ocupadas (creadas por los mismos protestantes), personas ofreciendo desodorantes y disculpas a los ciudadanos por las molestias… lindos recordatorios de que nos encontramos en el siglo XXI.

Politécnicos y hongkoneses nos muestran –quizá sin querer hacerlo- el camino a seguir en un mundo cada vez más urgido: de una buena educación, de democracia, de libertad, de paz.

Uno no puede evitar sentirse esperanzado por la raza humana cuando ve gente haciendo las cosas de esta forma.

¡Huélum, huélum, gloria

A la cachi cachi porra

A la cachi cachi porra

Pim pom porra

Pim pom porra

Politécnico,

Politécnico

Gloria!

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