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Historia de dos monarcas / by @indiehalda

Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Hay en Michoacán un par de grupos que comparten el título de “Monarcas”, aunque su realidad actual diste de la realeza de su apelativo: decepcionados, en momentos hasta ansiosos de abandonar el Estado y buscar pastos más verdes. Estos Monarcas, que en principio resultan inconexos por donde se les vea,  en su compartida crisis manifiestan lo convulso del Estado.

Uno de estos Monarcas camina cuesta arriba, envuelto en una crisis futbolística sin precedentes en el pasado reciente. Del equipo de fútbol que regaló muchas tardes y noches de alegría a todo un estado (y a sus paisanos en el exilio estadounidense) queda ahora un grupo de jóvenes luchones pero abandonados por su directiva y por la parte oportunista de su afición.

El prólogo de esta crisis Monarca auguraba el oscuro presente: TV Azteca, quien si bien es cierto que bajo su gestión ha conseguido el mejor palmarés en la historia del equipo lleva ya algunos años dejando al equipo a la deriva, ha dejado ver su claro desinterés desde la adquisición del ahora hermano consentido, los esperanzados zorros del Atlas.

Los últimos meses han sido una serie de desatinos en la relación entre el equipo y su afición: derrota tras derrota, acompañada del envalentonamiento de la directiva –lo suficientemente caradura para culpar a medios y afición de la mala racha del equipo- y que finalmente llegó a un desenlace caótico, con el ingreso de aficionados enojados –con uno que otro inadaptado aderezando la trifulca- a la cancha del estadio al finalizar el juego contra uno de los “rivales odiados”, Pumas de la UNAM.

El otro Monarca viene en camino en su fascinante peregrinación desde el norte del continente, con la triste expectativa de una drástica reducción de su población, la muy querida Danaus plexippus o mariposa Monarca enfrenta el reto de encontrarse con un territorio de descanso cada vez más reducido que, acompañado de una mayor invasión humana (por turismo o explotación de recursos), pone contra las cuerdas al lepidóptero emblema del Estado.

El dramático descenso en la población de mariposas que llegan cada año ha prendido alarmas en los distintos puntos de la ruta de migración. Sin embargo, el Estado que las acoge parece más preocupado en la pérdida de los beneficios que trae su visita que en combatir de raíz los problemas que la aquejan. Una mala decisión más que agregar al cúmulo de malas decisiones que se siguen tomando en Michoacán.

Ambos Monarcas han visto profanados sus santuarios. Mientras que la gente invadía la cancha gritando consignas de hartazgo (mientras un grupo de descerebrados convertían una manifestación en un acto vandálico), hombres sin escrúpulos depredan el hogar temporal de nuestros queridos insectos.

Como es costumbre contemporánea, la codicia humana resulta un factor decisivo: una televisora que obtuvo lo deseado de su otrora niño mimado, y que ahora sin empacho lo deja a su suerte; taladores furtivos y autoridades complacientes que ven con resignación la destrucción de un sitio que, como su denominación de “santuario” se supone obliga, deberían ser eso: sagrado.

¿Qué pasaría si nuestras mariposas, al igual que los aficionados invasores, pudieran expresarse? Si pudieran gritar consignas y elevar pancartas desaprobatorias, ¿Serían de igual forma ignoradas por los medios como el hartazgo mostrado por la afición Monarca la semana pasada? ¿Serían tachadas de revoltosas por el sólo hecho de mostrar desencanto ante la desatención recibida? Seguro pedirían ser dejadas en paz, quizá terminarían largándose de un lugar que sólo ha explotado su imagen, desde placas hasta playeras, sin que nadie les haya dado un peso de regalías.

Ambos Monarcas michoacanos deberán recorrer un largo camino antes de enderezar el rumbo. Y los 2 requerirán del apoyo de su gente, la que ha gritado sus goles y la que ha recorrido sus bosques, la que alienta con porras y la que se maravilla ante el descanso de miles de pequeños seres negros y anaranjados que al final del día sólo vienen acá a huir del frío. Bueno, y a darle duro para preservar la especie.

Mal momento para ser un Monarca en Michoacán. Bueno, es mal momento para ser cualquier cosa en la tierra del equipo de la fuerza y la mariposa migrante.

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