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Elegía del Chavo del Ocho/ By @Oswaldisimo

Por Oswaldo Calderón

Actor de la vida, intérprete de mis sueños, drag queen por terquedad, escritor sin fama, ensayista sin futuro, cuentista a ratos, poeta fracasado, pero principalmente buen hijo, mejor amigo y con fecha de caducidad. Mi espacio personal: http://vampirujeando.blogspot.mx/ , Espacio literario dedicado a la diégesis de la vida y la narrativa vital de cada individuo; la poética urbana y sus personajes citadinos formaran parte de la dramaturgia coloquial; al final las historias metropolitanas serán las protagonistas del cuento de nunca acabar.
Actor de la vida, intérprete de mis sueños, drag queen por terquedad, escritor sin fama, ensayista sin futuro, cuentista a ratos, poeta fracasado, pero principalmente buen hijo, mejor amigo y con fecha de caducidad. Mi espacio personal: http://vampirujeando.blogspot.mx/ , Espacio literario dedicado a la diégesis de la vida y la narrativa vital de cada individuo; la poética urbana y sus personajes citadinos formaran parte de la dramaturgia coloquial; al final las historias metropolitanas serán las protagonistas del cuento de nunca acabar.

Sólo por las mañanas, en el trayecto de la casa a la universidad, acostumbro escuchar noticias o algún programucho en radio, la mayoría de la veces, las leo en el tuiter; prefiero abstenerme de la televisión, nunca sabe uno cuando en la pantalla, la noticia lo es, desconfío más de lo que se dice en tv, que en cualquier medio informativo.

            En uno de esos programas horrendos y sin contenido, por la mañana en radio, un conductor de chismes, comparaba a Roberto Gómez, “el chavo del ocho”, con Chaplin. No es que uno desprecie a los comediantes mexicanos, pero tal comparación es un absurdo, tampoco deseo la muerte del comediante, pero la del “chavo del ocho”, sería una ganancia para nuestro país. En gran parte del planeta, los extranjeros saben quien es el “chapulín colorado”, adoran al “chavo del ocho” y creen que todavía andamos con sombrero ranchero y pistola. Tal es la mediocridad de los contenidos televisivos, que en lugar de crear un México moderno, perpetúan una visión retrograda y lamentable.

“El chavo del ocho”, es y seguirá siendo una desgracia que lleva más de cuarenta años permeando la vida de los mexicanos, la carta más fuerte de Televisa, televisora especializada en crear “televisión para los jodidos”, y que en su versión vecindera, ha lucrado a partir del más jodido, “el chavo del ocho” es el más jodido entre los jodidos; nadie ha sufrido como él, excepto Remi y nosotros los espectadores viéndolo. La serie del “chavo” aparece en pleno “milagro mexicano”, y los mexicanos empezamos a consumir irremediablemente lo nacional, eso incluyó hasta el hartazgo, a los personajes grotescos de la serie. Increíblemente, con poco más siete  años al aire y 420 capítulos, del 1971 al 78, más las innumerables repeticiones hasta la fecha, la serie ha doblegado las estructuras de la modernidad, menospreciado al progreso y creado generaciones de idiotas, imbéciles y chusma que daría lo que fuera por una torta de jamón.

Roberto Gómez Bolaños

            ¿De qué va “el chavo del ocho”? Todo gira alrededor de un adulto que interpreta a un niño de ocho años, pobre y huérfano que vive abusando de los demás; un pequeño delincuente, golpeador, chillón y siempre con hambre; no es como Tom Sawyer, es más como la versión 1.0 o región 4 de Oliver Twist, sin Inglaterra, en una vecindad; más bien en un foro mal ambientado y con recursos limitados, desde escenografía hasta libreto; donde la comedia de situación en realidad es la misma situación en comedia, una y otra vez. En la vecindad vive un abusivo, golpeador, moroso y flojo, un vividor típico mexicano perpetuado por la serie, en la figura de “Don Ramón”, que tiene una hija chillona y delincuente que todo el tiempo busca la forma de cubrir las ilegalidades de su padre; un personaje curioso que abusa de su género para crear las peores situaciones de violencia.

Don RamonEn la misma vecindad vive “Doña Florinda”, una mujer fodonga, soberbia, iracunda y golpeadora, que si bien habita el número 14 de la vecindad; también sería candidata perfecta para habitar por algunos miles de años varios círculos del Infierno de Dante; con ella vive su pequeño hijo estúpido, epítome de la imbecilidad, el idiota por antonomasia, y el objeto recurrente de todos los abusivos vecinos. “Doña Florinda”, está enamorada del “Profesor Jirafales”, apodado, más bien dicho, violentado así por su estatura; un profesor básico que podría reprobar cualquier prueba realizada por la SEP y que se la pasa gritando, aunque todo lo hace “porqué causa, motivo, razón o circunstancia”. Por último está el rentero y su hijo, que son el mismo, la misma bola, pelota, balón y demás eufemismos bulinescos, para describir la obesidad del actor.

Chavo

Irremediablemente, todo se repite en la serie una y otra vez, los golpes, las injurias, el maltrato, el acoso, los robos, la mentira, los abruptos estados de ira, etc. Todo acompañado con risas grabadas, situaciones en la comedia donde nos indica el director dónde reír, qué golpe es más gracioso, cual mentira es la mejor, donde el robo es tolerable, donde llorar es cómico, insultar es vivificante, maltratar debe ser asunto de carcajada. Televisa, la televisora de “los valores”, apuesta todos los días por esta farsa llena de antivalores, propiciando aun hoy la discriminación por raza, condición social o género. Televisa nos educa, enseña que la tolerancia sólo se encuentra en la lactosa y justifica la intolerancia por medio de un programa hecho por adultos, para niños. A cuarenta años seguimos viendo la misma perra, nomás que en versión animada.

Televisa siempre apuesta por la misma basura comercial, “lo dije sin querer queriendo”, ya sea en absurdas series que nada tienen que ver con las necesidades actuales del país, la misma mierda producida en la figura de intolerantes conductoras fujimoristas, “se me chispoteo” o en las porquerías musicales con “artistas” que no hacen arte, que son modelos de plástico y silicona, “eso, eso, eso”, en novelas realizadas desde la teoría Chomskyana, sin intencionalidad, por supuesto, en noticieros tendenciosos con informadores sin ética, “bueno, pero no se enoje”  o en programas ridículamente guadalupanos. Seguiremos fingiendo que nada sucede, eso nos pasa por ver a esa “chusma”. Junto con el impuesto al azúcar en las bebidas, debería vetarse al “chavo del ocho”, “fíjate, fíjate, fíjate”, es un consumo nocivo para la salud, al menos para la mental, “y no te doy otra nomás porque…” En fin, “tenía que ser el chavo del ocho”, que en paz descanse. ¡Ojalá! ¿Y dónde quedó la bruja del 71? Pobre mujer, seguramente en terapia de por vida…

Vecindad

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