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¿Qué hay de malo con los tatuajes?

Por Sr. Suave
Es de dominio popular que tatuarse es “malo”, que la gente que esta tatuada es gente “mala”, de mala vida (se relaciona comúnmente con el paso por prisión, con pandillas o grupos delictivos), pero en realidad ¿qué onda con los tatuajes? ¿Es de verdad algún tipo de marca que la gente lleva en su cuerpo con referencia a un paso oscuro o un presente de perturbación y maldad?  O, ¿acaso los tatuajes actúan como un test de personalidad donde cada quien proyecta lo que le da su gana, haciendo relucir los demonios que llevan dentro o los deseos reprimidos, envidia, disfrazados de miedo y repugnancia?
¿Por qué el miedo, o porque la envidia? Está de más señalar que la sociedad en la que vivimos, arrastra siglos de retraso en ideología, economía y en casi todas las ías que se quieran mencionar (para no ir tan lejos, el partido dictador por excelencia vuelve a la presidencia de nuestro país, lo que ya es mucho decir), así que no es nada extraño que aún en nuestros días se vea mal a la gente con tatuajes.
Es bien sabido que las diferencias, lo nuevo o lo desconocido, siempre causa miedo y cierta repugnancia, así que no es nada sorprendente escuchar comentarios ácidos, retrógradas o nefastos con respecto a los tatuajes, e incluso leer columnas o artículos dedicados a difamar o a etiquetar como “dementes” a las personas que tienen tatuajes, como un artículo que leí titulado “What is up with all those tatoos?”. Todos estos comentarios dejan a un lado los sentidos artísticos, emocionales, personales y humanos del tatuaje, para degradarlo a una práctica demente y sin sentido.
Tener suficiente confianza y libertad para hacer y actuar, no debería representar el sinónimo de ser etiquetado negativamente en la sociedad, sospecho yo que es una enfermedad derivada de la represión en la que el ser humano en nuestra sociedad, actualmente es fecundado. La programación que los mass media ejercen sobre los cerebros sobreexpuestos a ellos es el virus que deriva en la envidia, esa enfermedad que hace ver todo mal, todo negativo, todo funesto, así que el diferente (el tatuado, el que tiene perforaciones, barba, o cabello largos o que simplemente piensa o ve las cosas diferente), está condenado a ser marginado de la vida “activa” de la sociedad, sin oportunidad de un empleo, la mayoría de las ocasiones en corporativo dependencias gubernamentales, pero afortunadamente, eso nos vale madre, porque aún queda el autoempleo, que genera un mayor índice de satisfacción laboral y personal, que deviene en un mejor desempeño laboral y sobretodo, permite la libertad de expresión.
Afortunadamente, existen (pocos, pero si existen) espacios o empresas que están abriendo sus políticas a diferentes tipos de expresiones en nuestro país, esto, gracias a una legislación que protege contra la discriminación en el trabajo por diferencias (Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación en D.F.). Lamentablemente, estas prácticas son difíciles de erradicar, pues lejos de la legislación a favor, el pensamiento podrido de muchos directivos, seguirá estigmatizando a ese sector social, que tristemente tenemos que resaltarlo de esa manera, como un sector, pues por ser diferente, siempre estará en otro rubro.
La realidad es que un tatuaje, una perforación en cualquier parte del cuerpo, o cualquier tipo de modificación corporal, como escarificaciones, no definen a la persona que los porta de manera negativa, no dejan de ser seres humanos, con sentimientos, emociones y pasiones, así que no hay porque tener miedo de estas diferencias, hay que tratar de erradicar estos pensamientos anquilosados con la convivencia, tratando de conocer que hay detrás de estas diferencias y al contrario de encontrar algo con qué reafirmar esa miedo o esa desconfianza, casi de manera segura, habrá algo fascinante que sin miedo a equivocarme, que compartir.
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