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Las candidaturas ciudadanas y otro puño de pirita

Por Luis Fabián Fuentes Cortés

Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.
Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.

En julio del año pasado la “reforma política” llegó a Michoacán. Y junto con ella, las candidaturas independientes. Esta figura ha generado sueños y expectativas entre los ciudadanos bien intencionados de diversas partes del Estado. Sin embargo, las buenas intenciones no bastan. El hartazgo y desilusión de la política partidocrática lleva a algunos ciudadanos a la búsqueda de alternativas que le permitan organizarse para cumplir el sueño de cambiar el mundo, o de pérdida luchar contra las inundaciones en la avenida Camelinas, por la vía electoral.

El ciudadano promedio se olvida de algunos pequeños detalles que nos ha demostrado la historia reciente en materia electoral. En primer lugar, por mucho discurso que nos digan en los medios, las viejas tradiciones de la dedocracia mexicana no han pasado de moda. El acarreo, la compra  y coacción de conciencias, los mapaches, hoy conocidos como ingenieros electorales, y el fraude electoral siguen siendo parte del repertorio de las elecciones.

Pero, supongamos, inocentemente, que el INE y las instituciones electorales funcionaran como diosito manda en las santas escrituras. Habría que contestar algunas preguntas ¿Qué clase de ciudadano podría tener la infraestructura humana necesaria para poder competir con las corporaciones electoreras mal llamadas partidos políticos? Para nadie es un secreto que orquestar una campaña electoral se requiere personal, al menos para ejecutar la logística de los rituales y parafernalia propios de una campaña. Ya no hablemos de vigilar las casillas y trámites burocráticos leguleyos del día de la elección. Afortunadamente, el código electoral exige que el candidato acredite el 2% del padrón, es decir el futuro candidato ciudadano ya debe tener un sequito o al menos un grupo de fans que le permitan, al menos en el papel, orquestar una campaña y poner su nombre en la boleta. Afortunadamente eso lo puede hacer cualquier ciudadano hijo de vecina ¿En serio cualquiera puede?

La siguiente pregunta, relacionada con la anterior, sería ¿Qué clase de ciudadano podría cubrir los costos de una campaña bajo la lógica de la democracia a la mexicana? Incluso en algunos partidos, sí hasta esos que gritan desde la “izquierda”, se da preferencia a perfiles de ciudadanos con suficiente lana en el bolsillo como para inyectarle monedas a la campaña. Por lo cual, no resulta extraño que de repente un “simpatizante x”, que nada tenía que ver con la “militancia” del partido, termine como candidato bajo el único argumento de que podía sostener la campaña económicamente. Si eso sucede en los escenarios donde los partidos gozan de esa generosa tajada producto de la renta petrolera y ya arrancan con un piso presupuestal ¿Podrá cualquier ciudadano lanzarse a una campaña? Incluso en los partidos que aletean con sus alas de izquierda es común, entre los supuestos “militantes” convocados a cuidar casillas y participar en la campaña, escuchar las palabras: “¿Cuánto y cuando nos van a pagar? ¿Y mi gorra? ¿Ya llegó el camión para llevarnos al mitin?” ¿Qué tipo de ciudadano podría dejar en fianza el 50% del tope de campaña que pide el código y además dejar su espacio de trabajo para dedicarse a promover su imagen y proyecto de gobierno? ¿Podrá doña Chona, la de los tamales, ser presidenta municipal con el apoyo de las señoras de la tanda?

Es evidente que las candidaturas ciudadanas aunadas a la victoria electorera están restringidas, de facto, a cierto tipo de ciudadanos, sí, a los que pertenecen a una clase acomodada, como el dueño de ciertas farmacias que venden más de lo mismo pero más barato. Se nos ha hecho creer que vivimos en una sociedad democrática.

La idea democracia que nos siguen vendiendo es en realidad una dictadura de una minoría en contra de la inmensa mayoría del pueblo, el cual vive en una situación de pobreza tal que le impide en la práctica, pensar en política y organizarse para luchar por sus intereses, preocupada solamente por la incertidumbre de si tendrá lo necesario para alimentarse al día siguiente.

Las leyes e instituciones electorales están diseñadas para dar cabida sólo a los partidos de los diferentes sectores de la burguesía, los cuales adoptan el discurso que les convenga para preservar sus intereses de clase. Recordemos que Fujimori, en Perú, llegó por la vía de una candidatura ciudadana.

Para empeorar la situación, un rasgo común de la falsa democracia es la dictadura de los grandes monopolios de la comunicación que anula la libertad de expresión y de manifestación de las ideas de la mayoría de la población, a la que impone la manera de pensar que a la gran burguesía nacional y trasnacional conviene.

Por último, las candidaturas ciudadanas basadas solo en las buenas intenciones, con un líder carismático y honesto, suena medio mesiánico el asunto, pero en nuestro país nos sobra más de un ejemplo, suponiendo que triunfaran, tendrían que construir previamente un programa de gobierno, lo cual no es lo mismo que un montón de promesas de campaña similar a la carta que se escribe a los reyes magos, que los llevara de facto a romper e imponerse material e ideológicamente a las estructuras actuales, de otra manera, se terminan condenando a repetir fórmulas de gobierno que en la práctica no rebasan los bonitos discursos.

Esto último es el verdadero reto y es algo que no se construye en una campaña electorera de unos meses.

*Apunte final: La pirita es un material que parece oro, brilla como oro, pero no es oro. Por lo cual se le llama “El oro de los tontos”.

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