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El redondo objeto del deseo/ By @indiehalda

Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Durante un mes los ojos del mundo estarán puestos en la nación del “Ordem e Progresso”, la cual está lejos de mostrar la misma cara que mostrara Lula hace unos años, y que le hiciera acreedora a acoger en el mismo ciclo bianual el campeonato mundial de fútbol y los juegos olímpicos. Con temor a equivocarme, sólo México había logrado eso en el ’68 y ’70 y bueno, todos sabemos la historia de la tenencia y la represión estudiantil, así que tampoco nos fue tan bien.

Me encanta el fútbol, y creo firmemente en el poder que su disciplina y entrega puede tener en crear mejores individuos, pero no concuerdo con el burdo cliché de la identificación nacional a través de él.

Son planas hasta el hartazgo las múltiples campañas publicitarias que asocian la pasión futbolera con la pasión por hacer las cosas bien, un discurso que ya no convence a nadie. Peña Nieto no es Nelson Mandela y Rafa Márquez no es François Pienaar, aunque es cierto que México si vive una especie de apartheid, ya que nos clavamos en las similitudes.

Un tema en especial ha generado polémica en los últimos días: la coincidencia entre los días de debate de las leyes secundarias de la reforma energética con los partidos de la selección. Los  adalides cibernéticos (o sea, los quejosos de siempre) han ocupado sus espacios clamando atención a este hecho, en el que dan por sentado que seremos saqueados mientras nuestros ojos se fijan en el balón.

Y el argumento de nuestra clase gobernante es de risa: “El país no puede esperar más”. ¿En serio? Porque hemos sido una nación sometida al arbitrio de ganapanes y zopencos los últimos, mmm veamos, 193 años. Un verano viendo correr el balón dudo mucho que haga la diferencia, pero si la clase política insiste me parece adecuado, siempre y cuando se diera la misma cobertura en medios. Mejor espero sentado.

No entiendo a los que creen que este país es como un programa de Dora La Exploradora, donde por andar viendo al once nacional llegará el zorro disfrazado de poder legislativo a llevarse lo que es nuestro en tan solo un par de horas de merecido embrutecimiento deportivo. Y que cuando el árbitro pite el final del encuentro ¡PAF! Nuestro oro negro se haya ido. Gritaremos entonces ¡Zorro, no te lo lleves! Pero ya será tarde.

Si de verdad no podemos poner atención a lo esencial por ver el fut, pero sobre todo si creemos que no ver el mundial impedirá el pejeaclamado “robo de todos los tiempos”, entonces me declaro vencido como sociedad.

Quizá merezcamos ser robados después de todo.

Postdata: los legisladores han votado, con una “abrumadora mayoría”, eliminar el haber de retiro para los magistrados electorales. Y se aplauden por ello…

Moción para cambiar el águila y la serpiente del escudo por un leopardo jaspeado, la república del gatopardo está más viva que nunca.

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