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Crónica de una renuncia anunciada (o la persistencia del menos peor)/ By @indiehalda

Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Corría el año 2008, año de elecciones para gobernador en Michoacán. Con Felipe Calderón en la presidencia,  el sentir de buena parte de la clase media en el estado era optar por el PAN en la gubernatura, para facilitar la asignación de recursos federales para el estado.

Un par de factores dieron al traste con este plan: el PAN eligió muy mal a su candidato (López Orduña de verdad que no tenía nada para merecer el puesto: carisma, plan de gobierno, experiencia. NADA.) y el PRD contaba aún con un voto duro significativo en la población rural del estado. Así, Leonel Godoy llegó al gobierno estatal.

Y Godoy lo hizo tan mal que la población relegó al tercer lugar a la izquierda en las elecciones siguientes. El gobierno estatal se definiría entre “Cocoa” Calderón, con toda la maquinaria federal con ella, y Fausto Vallejo, el hombre que sabía tenía en esa contienda su última oportunidad de acceder a un puesto trascendente.

Y Fausto ganó, argumentando desde campaña que “Michoacán merece respeto”. 22 meses de “gobierno” después los hechos nos demuestran que él fue el primero en faltarle al respeto a la entidad, siendo su despedida el cierre a una gestión llena de tropiezos.

Los resultados de Fausto Vallejo como funcionario público fueron buenos mientras el nivel de responsabilidad estuvo a la altura de sus capacidades. Cierto es que durante sus mandatos Morelia tuvo sus primeros atisbos de “modernidad”. Si uno lo analiza con detenimiento el señor Vallejo no hizo más que su trabajo, nada espectacular, nada que nos dijera que podía hacer un trabajo mejor en un cargo mayor.

Pero él, como todo político, aspiraba a más. Aún cuando sus resultados previos no fueran extraordinarios, aún cuando su edad podía ser un factor, aún cuando probablemente se sabía enfermo, Vallejo Figueroa se supo el adalid del priísmo del Estado. Si no él ¿quién?

Tan pronto ocupó la máxima magistratura estatal, comenzaron los pretextos: el gobierno anterior dejó grandes deudas que tienen maniatada a la actual administración. Eso era cierto, y la población esperaba mano dura y castigo ejemplar contra Godoy y sus secuaces (Núñez lo hizo con Granier en Tabasco) ¿Qué pasó? Absolutamente nada.

Luego se vinieron las elecciones federales, y Fausto siempre demostró ser un soldado fiel a la estrategia de Peña Nieto (mucho se dijo que Michoacán, Edomex y Veracruz fueron cajas chicas de la campaña peñanietista). Esperaba reconocimiento y recompensa tras el regreso priísta a la presidencia, la cual llegaría, pero en forma de ayuda urgente y sólo hasta que el Estado parecía desbocarse.

Luego la enfermedad, la cual siempre se mantuvo en el más hermético de los silencios, con el soso pretexto de que ello es un asunto privado que no interfería con la labor gubernamental. De verdad que me pasma cómo la sociedad es tachada de imbécil con tanta naturalidad. Del “No tiene nada” al “Transplante de hígado” al “Debo retirarme por mi salud”. Qué escalamiento tan súbito.

Y por último, la sombra de la corrupción y el crimen siempre presente: en su secretario de gobernación, y luego en su hijo, a los cuales siempre defendió, no sé si con desesperación o con supina ignorancia. Los clavos en el ataúd de la carrera política del señor Vallejo resultaban contundentes, pues si bien no lo involucraban en actividades delictivas, de mostraban una verdad irrefutable: Fausto Vallejo no tiene el control ni de su propia gente. Qué esperanzas de poder gobernar un estado.

El fin del gobierno y la carrera de servicio público del señor Vallejo de una forma tan triste y patética debe preocuparle no sólo a él y su familia, sino a todos los michoacanos: es esa triste figura la que se eligió como gobernador, y fue la triste figura de Godoy la que se eligió antes de él, y la de Cárdenas previamente… Michoacán es rico en todo, menos en líderes.

Y así,  y viendo a aquellos que desde ahora se relamen los bigotes pensando en la candidatura a gobernador, parece que a Michoacán le esperan más días grises, perpetuando una estirpe de figurines mediocres que sólo buscan el aplauso y el recurso, y no las soluciones y el crecimiento.

So pena de caer el cliché, hoy más que nunca digo: me dueles, Michoacán.

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