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Al Final Ganó ¡Felipe! Y perdió el ¡Asesino!

Por Elly Castillo

Yo no voté por Felipe Calderón e igual que muchos, creía que si ganaba, sólo podía hacerlo con una jugada fantástica, un gol de último minuto, de esos que sacan los grandes héroes del deporte.

Han pasado 5 años y 10 meses desde que el moreliano tomó asiento en la grande de Los Pinos. Aquel mismo joven que estudió hasta la prepa en Morelia para después emigrar al DF en busca de una educación mejor, el mismo que en 1995 quedó en un lejano 3er lugar en aquella elección contra Tinoco Rubí y Cristóbal Arias siendo candidato a presidente; el que prometiera siendo candidato a la presidencia que “a Michoacán le iba a ir bien, pero muy bien”, vino ayer domingo a despedirse de sus paisanos.

Para evitarme la tentación de adjetivos calificativos, trataré de describir cómo fue la escena de la despedida del presidente en su mero terruño: Felipe se despide de manos de sus acompañantes del palco principal de Palacio de Gobierno, una vez que el presentador del desfile en honor a Morelos lo da por concluido.

Reservadamente, unos cinco segundos a lo mucho, reparte saludos de despedida ante unas leves porras de “¡Felipe! ¡Felipe!” dentro de la abundante audiencia que había en torno al evento (al menos unos 12 mil morelianos). Mueve la mano izquierda sin mucha caravana, sobriamente, sonríe.

Se mete al interior de Palacio. La gente entonces comienza  a moverse de sus lugares para desalojar. Los cientos de militares y guardias de seguridad por fin, se relajan un poco en torno a la más que nunca paranoica seguridad presidencial.

Así, como si fuera el actor que regresa al escenario por los aplausos que dejó a medias, Felipe reaparece en el balcón principal, pero ahora luce una sonrisa más amplía, y su saludo es más marcado, mas agitado.

Y cual torero, logra amarrar el último pase de una escueta pero firme faena: “¡Felipe!” “¡Felipe!” le grita la gente. Tampoco se trata de un grito ensordecedor ni mucho menos. Pero ese fue el grito que se impuso en la avenida Madero.

En contraparte el “¡asesino!” “¡asesino!” convocado por #YoSoy132 fue muy flojo, muy débil, muy de, menos de 15 personas.

Entonces llega la hora de partir definitivamente. Calderón sale en su Suburban por la avenida Madero. Recibe una tercera muestra de apoyo: más “¡Felipe! ¡Felipe!”. Tampoco aumenta de intensidad el coro, pero alcanza para que Felipe lo perciba, sonría, y parta con un dejo de satisfacción.

A final de cuentas, en el referéndum popular, el presidente que prometió ser el del empleo y terminó como el de la guerra contra el narcotráfico, salió aprobado. No con buenas calificaciones ni menciones honorificas en lo absoluto, pero sus paisanos, esos que no entran a las redes sociales, ni facebookean , sino que van a  desfiles y gustan juntarse para desenvolver ese papel del llamado “pueblo”, le aprobaron, abiertamente.

Y los videosondeos que realizó changoonga.com son una muestra de ello, pues prevalecieron las opiniones ambivalentes: “no nos fue bien, pero no nos fue mal”.

De panzazo, pero Calderón pasó la prueba de su tierra. Y tampoco, como sucedió en el 2006, lo podía creer, pero así fue. Ahora le falta la despedida nacional.

En contraste, y a pesar de difundir convocatorias de asistencia, los integrantes de  #YoSoy132 Morelia exhibieron su debilitamiento, su falta de organización, su desvanecimiento como organización combativa. Al menos a nivel local, parece que podemos  ir catalogando dicho movimiento en las cuestiones históricas, que ya fueron.

Por cierto, en el 2006 también anulé mi voto.

Cosas que ahí están pero a nadie le interesan: quieren hacer creer que la salud del gobernador de Michoacán es un asunto privado y por eso, en dichas cuestiones no hay que detenerse periodísticamente. Nada más falso.

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Twitter: @ellycastillo

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